Los expertos le llaman el rey de los tés, y lo hacen con razón. El té oolong proviene de árboles de mayor edad que el blanco o el verde, y en ocasiones de árboles silvestres. Su inigualable y laborioso proceso ha sido un secreto guardado durante siglos, y tiene la peculiaridad de repetir el enrollado y oxidado de las hojas a lo largo de muchas horas e incluso días, para crear sabores y aromas únicos. Su grado de oxidación oscila entre la total del té negro y la nula del té verde, pero siempre depende de las notas de aroma y sabor que busque el maestro de té, el único encargado de determinar las sutilezas del proceso en cada mezcla. El nivel de oxidación también depende de la región en donde se produce el té, y puede ser de 20 o 30%, hasta 60 y 70%.

El té oolong tiene un sabor complejo, con astringencia suave y amable. Si su oxidación es poca, presenta dulces notas florales o frutales, pero cuando sus niveles de oxidación son altos, las notas son tostadas y de caramelo. El enrollado de sus hojas es artesanal y lo hacen las manos más expertas de China y Taiwán, sus principales productores. En este proceso se distinguen dos técnicas fundamentales, la de hoja semiabierta, que suele ser de alta oxidación, y el enrollado compacto, que en ocasiones asemeja la forma de un dragón, de ahí que este té lleve el nombre de oolong: dragón negro. Su contenido de cafeína y antioxidantes varía según el grado de oxidación que reciba pero sus increíbles beneficios son siempre los mismos: acelera el metabolismo, promueve la pérdida de grasa y regula los niveles de azúcar en la sangre.