El té verde se produce tanto en China como en Japón bajo técnicas y procesos ancestrales que le otorgan un aroma y presentación característicos. Las hojas de té con las que se elabora son especialmente recolectadas a mano, y su estación de cosecha varía según la región de origen pues depende del clima local. A diferencia de otros tipos de té, su proceso de elaboración omite la etapa de oxidación, pasando sólo por el tostado o la exposición al vapor.

Este té tiene una infinidad de estilos que dependen de las manos artesanales que lo producen, de las tradiciones de la región o de las historias que lo rodean. En China, por ejemplo, la belleza, la estética y el arte en la producción del té son determinantes en su cultura, y cada familia productora imprime un sello distintivo en la forma en que procesan y enrollan las hojas, mientras que el proceso por el que pasan en Japón las dota de formas alargadas, finas y elegantes. El licor o infusión de este té puede ser de diferentes tonalidades de verde o amarillo, con sabores de notas terrosas, levemente ahumadas, como es el caso de los tés tostados de China, o con atributos vegetales y sabores dulces, como los tés expuestos al vapor de Japón.

La popularidad del té verde ha crecido enormemente en occidente pues inhibe el apetito, y mejora la digestión y la capacidad de concentración. Además, gracias a su particular proceso, es un excelente antioxidante con bajo contenido de cafeína